120 minutos hablando con un nudo en la garganta, ojos empapados por dentro , labios apretados y corazón oprimido.
Con un miedo nunca antes experimentado, me valía de lógicas no tan lógicas para sobrevivir.
Si pienso que esos 120 minutos ocurrieron de verdad, me parecen reales, concretos; pero si pienso que fueron una fantasía, entonces me parecen irreales y poco consisos. Para ser una ilusión, los detalles son demasiado precisos; para ser reales, éstos son demasiado tristes.